En la Catedral de Toledo descansa la memoria de Don Pedro González de Mendoza, que fue el Gran Cardenal Mendoza, su vida estuvo enfrentada a Alfonso Carrillo de Acuña, el Obispo Carrillo. Ambos se erigen en los hombres claves del siglo XV.
Hábiles, estrategas y ambiciosos, pero en diferentes bandos. Mendoza apoya en un principio a Enrique IV y a su heredera Juana, mientras Carrillo es capaz de organizar el matrimonio de los futuros Reyes Católicos a los que protege y prepara directamente en todas las tácticas políticas de la época, hasta el punto de intentar convertirse en personaje indispensable en decisiones e influencias de los Reyes.
El resultado final origina un sorprendente cambio de rumbo. Carrillo enfurece con Isabel y Fernando por su apuesta decidida a Mendoza y se produce el cambio de bando. Después de los servicios prestados, Carrillo termina apoyando a Juana, respaldada por Portugal pero perdedora de la Corona. El obispo acabará sus días en el oscurantismo después de la gloria.
Mendoza se erige en triunfador. Sus cualidades le convirtieron en un hombre renacentista moderno, mecenas de artistas, humanista y promotor de toda una renovación arquitectónica en Castilla, entre la que se encuentra el Colegio Mayor Santa Cruz de Valladolid, además de dar su decidido apoyo a Cristóbal Colón en la aventura de Indias.
Mendoza tiene tres hijos, a los que la Reina Isabel llamó “los lindos pecados del Cardenal“, y es sobre esta pista por la que seguiremos descubriendo otra huella muy seductora de la historia…