Salamanca capital de estudiantes y de ingenios adquirió fama de ciudad mágica en el siglo XVI. El motivo es una cripta situada bajo la iglesia de construcción románica de repoblación denominada de San Cebrián, levantada en el siglo XII.
Este paraje se conoce como la Cueva de Salamanca, a la que se accedía bajando 25 escalones desde el suelo de la nave de San Cebrián. El lugar está condicionada por la vieja muralla medieval y el desnivel que esta origina. Se cree que la iglesia y cripta se encuentran sobre restos funerarios celtas o sobre un templo dedicado al sol, algo probable pues como era tradición en la época se construían espacios cristianos sobre ruinas paganas destruidas en diferentes asedios.
Centrándonos en la leyenda, se narra que en esta cueva estuvo ubicada la escuela de ciencias ocultas y la puerta de acceso al mundo subterráneo. La crónica de esta fábula cuenta que Satanás, bajo la apariencia de sacristán, impartiría sus doctrinas de ciencias ocultas, adivinación y astrología a siete alumnos durante siete años tras lo cual, uno de ellos debería quedar de por vida en la cueva a su servicio.
Enrique de Aragón (1384-1438), Marques de Villena, era alumno de esta escuela y engañó al diablo-sacristán para no quedar a su servicio. Según esta historia de fantasía, el marqués, gracias a las artes aprendidas del mismo Lucifer, consiguiendo hacerle creer que era invisible, cuando en verdad sólo se había escondido en una tinaja, el alumno aprovechó el desconcierto de su maestro diabólico para salir a la calle y huir, aunque dejó allí su sombra para que no le delatase en la huida.
La historia de la cripta viajó a Iberoamérica donde las grutas dedicadas a cultos mágicos son denominadas “salamancas”, como lugares donde los chamanes adquieren sus conocimientos; y se pueden localizar principalmente en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil o Colombia. De la misma forma la palabra “salamanquesa” denomina a determinadas iguanas o reptiles con poderes mágicos.
También desde la literatura se acrecentó el mito con autores como Cervantes a través de su entremés ‘La cueva de Salamanca’, Calderón de la Barca, Torres Villarroel, Ricardo de Rojas, Ercilla o Walter Scott. De la mano de estos escritores la fama de la cueva y su misterio se acrecentó por Europa y América.
Curiosamente el paraje que estuvo bajo la advocación de San Cebrián, o San Cipriano, recuerda a un santo vinculado con lo mágico y unido a toda una tradición en su juventud de estudioso de estos temas. Por otro lado, junto a la entrada, hay un busto del insigne salmantino Enrique Torres Villarroel, escritor, matemático, médico, polifacético e investigador de curiosidades.